Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

lunes, 23 de febrero de 2009

Tenemos derecho a la educación, pero de calidad

Este texto lo escribí como colaboración para la Jornada de Oriente. Será publicado esta semana que va del 23 al 27 de febrero de 2009.

El pasado 16 de febrero el Consejo Ciudadano Autónomo por la Educación publicó un desplegado en el cual demanda al Gobierno Federal (aunque yo entendería que también a los otros dos niveles de gobierno) algunos puntos clave para que quienes en México tengan acceso a la educación la reciban de calidad.

Organizaciones diversas como el Consejo Coordinador Empresarial, la Fundación Empresarios por la Educación, Mexicanos Primero, la COPARMEX, la CONCAMIN e intelectuales como Denise Dresser, Sergio Aguayo, Paco Calderón, Sylvia Schmelkes hacen hincapié en que el derecho a la educación es algo más que tener a niñas y niños inscritos en las escuelas.

Desde hace tres años el Consejo se ha empeñado en señalar que dado que en la educación se juega gran parte del futuro de México es necesario que organizaciones y ciudadanos no quitemos el dedo del renglón, que exijamos lo que legítimamente nos corresponde.

En esta ocasión, al decir de David Calderón –Director de Mexicanos Primero- en el artículo que publicó en El Financiero el 18 de febrero pasado: “el documento hace cuatro preguntas a la autoridad: ¿Por qué no se sabe cuántos maestros hay y dónde dan clase?; ¿está ya asegurado el concurso de oposición?; ¿qué garantías hay de que los maestros tienen un desarrollo profesional basado en sus capacidades?; ¿cómo se reconoce al maestro entregado y comprometido?”

Con ellas las organizaciones y los intelectuales firmantes llaman la atención sobre un punto nodal: si se quiere marcar la diferencia en lo educativo hay que reconocer la importancia definitiva de los maestros, pero el problema es que falta muchísima claridad en lo que a ellos se refiere.

La historia de la educación pública en México y su relación con el sindicalismo magisterial han provocado más oscuros que claros en cuestiones como plazas, asignación de maestros, competencia para ocupar los puestos docentes.

Es necesario que exijamos transparencia, que pidamos que las cosas se vean como son para que se pueda realizar mejora donde sea necesario y reconocer a quien reconocimiento merece: determinar las plazas reales, asignarlas por concurso de oposición adecuadamente vigilado por actores externos a la SEP y el SNTE.

Y siguiendo en la lógica de la importancia de los docentes en el acto educativo: no hay que cejar en lo que a su formación permanente se refiere: concurso de oposición y educación continua son dos columnas básicas para sostener el edificio magisterial. Y es que como señala David Calderón: “así que es bueno y saludable todo lo que tiene que ver con escuela segura, infraestructura, etcétera, pero el corazón del derecho [a la educación de calidad] se juega mucho en la docencia

lunes, 16 de febrero de 2009

La impertinencia de lo pertinente

El domingo estuve en un campamento jesuita y vimos un video de esos que hacen hincapié en todo lo malo que está haciendo que la faceta depredadora de nuestra existencia acabe con el mundo en medio de marginación y miseria. Mientras recordaba las imágenes de esa cinta que ya había visto en compañía de mis alumnos hace algunos meses en un retiro, vino a mi memoria el comentario que en aquella ocasión hizo Andrés Alberto cuando les pregunté que qué les decía el material proyectado: "está de hueva"... Es lo típico catastrofista que te pasan en las escuelas de monjas. Ese día pensé en lo impertinente que puede resultar con frecuencia para cualquiera de nosotros hablar de pobreza, de marginación, de falta de sustentabilidad, de la complicidad de consumir a precios de explotación. Y ayer apenas estaba otra vez mirando lo mismo. Y sí, mi corazón me dijo que lo impertinente sigue siendo pertinente, justamente por eso: por impertinente. Hablar de todo eso que nos incomoda pero que sigue atentando contra la dignidad humana posible es necesario; ser contraculturales puede ser buena noticia para seguir adelante en el camino. De las cosas que he ido aprendiendo de la mano de la espiritualidad ignaciana es que hay que anunciar una y otra vez que todo es bueno tanto cuanto nos permita justicia, fraternidad, solidaridad, creatividad, veracidad; vamos, la construcción de un mundo más como Dios quiere y menos como las aparentemente anónimas fuerzas del mercado permiten. Por eso, quienes somos educadores, no podemos menos que intentar seguir siendo impertinentemente pertinentes.

martes, 10 de febrero de 2009

Del padre Maciel y otras peculiaridades de "ser humano"

Por fin, aunque no entiendo bien el por qué y el momento, aparece en los diarios la noticia que confirma lo que mucha, mucha gente al interior y al exterior de la Iglesia Católica Apostólica Romana veía: que hay en los Legionarios de Cristo un culto a la figura de su fundador que ha sobrepasado el evangélico amor a la verdad.

La semana pasada los periódicos, casi todos ellos basados en la nota del New York Times pregonaron que Marcial Maciel llevó una doble vida y eso era reconocido por sus "hijos espirituales", posiblemente por la presión de la "hija carnal" que tuvo con una amante, quien podría ejercer presión a la congregación tan altamente posicionada en tiempos de Juan Pablo II reclamando la herencia que le correspondería, basada en la irrefutable prueba del ADN.

Ha habido todo tipo de reacciones: las de quienes detestando a la estructura que se detenta como administradora de la fe cristiana y a sus productos, la Legión de Cristo y el Regnum Christi, han expresado todo aquello por lo cual creen que una institución con tanta hipocresía debería sanearse o desaparecer.

Tampoco ha faltado quien como digno hijo del rebaño sagrado (y no me refiero a las Chivas del Guadalajara, sino al pastoreado por los sucesores de Pedro y los apóstoles) han reconocido que errar es humano y que el "buen padre" era tan persona como cualquiera, con sus miserias y sus dobles vidas.

A mí me preocupan un poco ambas posturas. Como creyente y militante que soy, con la experiencia de haberlo sido desde muy joven, estoy convencido de que desde "dentro" de la Iglesia hay búsquedas y experiencias reales de coherencia evangélica y evangelizadora que pueden ser no vistas por los detractores que hoy vociferan desde el teclado por "la oveja descarriada". Hay algo más en la Iglesia que pederastia, abuso del poder, etc., etc. Y eso que hay más allá de lo amarillo es también verdadero, actuante y no carente de bondad.

Me preocupa también que quienes defienden la verdad del hombre Maciel (no el semi-santo que aparentemente quisieron fabricar por el amor devoto sus seguidores) olvidan que no se trata sólo de él, sino de la familia que procreó, del poner en entredicho la castidad, la pobreza (por los miles de dólares egresados de las arcas legionarias sin comprobación) y la obediencia (por el falso discurso casi martirológico emitido por la congregación cuando al cierre del proceso conducido por Joseph Ratzinger y su equipo el sacerdote michoacano fue suspendido de ministerio y enviado a una vida de penitencia). También me preocupa que quede fuera del asunto la claridad sobre las acusaciones de pederastia homosexual lanzadas por ex-legionarios en busca de justicia.

La humanidad de alguien no es aséptica ni meramente individual: se da en relación siempre con otros y esos otros también han salido lastimados por las acciones cometidas en vida por Marcial Maciel. Si es verdad lo que dice el padre Corcuera, sucesor en la conducción de la Legión, en el sentido de que ya difunto el michoacano habrá recibido el juicio que sólo corresponde a Dios, también lo es que los vivos que sufrieron las consecuencias de sus acciones merecen al menos eso: la verdad.